La Lucha Entre la Justicia

AMOS y ABDIAS

Nombre: Significa “carga” o “cargador.”

Hogar: Tecoa, una villa de pastores, como dieciocho kilómetros al sur de Jerusalén.

Fecha: Alrededor del 760 A.C. (probablemente el primero de los profetas que escribieron sus mensajes).

Lugar de su ministerio: El norte de Israel, especialmente Beth-el, como diecinueve kilómetros al norte de Jerusalén.

División de su libro:

  1. Ocho Juicios Contra Naciones Vecinas (capítulos 1 2).
  2. Tres Mensajes Contra Israel (capítulos 3—6).
  3. Cinco Visiones de Juicio (capítulos 7—9).

Versículos sobresalientes para memorizar: 4: 12b; 5:15; 8:11.

1. EL LLAMADO DEL PROFETA

Era medianoche en el desierto de Judá. A la tenue luz de las estrellas titilantes, una figura solitaria se distinguía apenas acurrucada junto a una colina. Amós, el pastor, estaba sumido en profunda meditación.

Mientras movía su capa hasta sus hombros para arroparse mejor y protegerse del helado cierzo nocturno, por la pantalla de su memoria desfilaban una tras otra una serie de imágenes. Su atención estaba concentrada en escenas indelebles e inolvidables,

  1. Un Viaje a Beth-el Hacía apenas unas cuantas semanas que Amós había partido de su aldea natal, Tecoa —situada en la cumbre de un lomerío desde donde se divisaba el Mar Muerto. Sobre los lomos de sus asnos había atado las grandes pacas de lana, trasquilada de las ovejas que él pastoreaba; animales pequeños y feos, pero famosos por la excelente calidad de su lana.

Cuando todo estuvo dispuesto, Amós se había despedido de su familia. Dirigiéndose hacia el poniente, había tomado la vereda que llevaba hasta el camino principal entre Hebrón y el norte. Una hora más tarde, Amós y sus acémilas llegaban al camino principal y tomaban el rumbo de la Ciudad Santa. Como a las diez pasaron por la ciudad de David, Bethlehem, que se encontraba como diez kilómetros al norte de Tecoa. Ya era mediodía cuando llegaron a las calles de Jerusalén, a dieciocho kilómetros de Tecoa. Se encontraban a la mitad del camino.

Caía la tarde cuando divisaron Beth-el, que Jacob llamara “casa de Dios,” porque allí sintió la presencia divina cuando huía de su hermano Esaú. Actualmente, el rey Jeroboam había edificado en Beth-el un gran templo para adorar a un becerro de oro. No obstante, la idólatra población conservaba su nombre sagrado.

Amós pasó la noche al abrigo de las murallas de la ciudad, y se levantó antes de que despertara el día. De hecho, el sol lo sorprendió tratando ya con los compradores en el mercado del pueblo. Siendo buen negociante, y honrado, pronto vendió su mercadería a buen precio y entonces volvió su atención a la ciudad.

  • El Pecado de la Ciudad. Las escenas que contemplaron sus ojos sacudieron las sensibilidades de su alma. Criado en el regazo de la naturaleza y acostumbrado al aire claro y limpio del desierto, el pastor de Tecoa se asombró ante los espectáculos y los ruidos de la civilización degenerada de la ciudad. Con un ojo penetrante y una percepción aguda, Amós abarcó toda la situación. La idolatría y su hermana gemela, la inmoralidad, controlaban la sociedad de Beth-el El lujo y el libertinaje eran la orden del día. Por todas partes vio Amós injusticia y opresión de los pobres, iniquidad y borrachera. Su alma retrocedió ante aquel espectáculo y resurgió con una reacción tremenda. Indudablemente que el corazón de un Dios santo se henchiría de indignación al contemplar a los pecadores de esta ciudad perdida. La justicia exigía un castigo, y los pasos del morador del desierto se encaminaron pesadamente hacia el hogar.

e. EL Llamado del Señor. Todas estas escenas desfilaban vertiginosamente por la mente del pastor mientras revivía las horas del viaje a Beth-el. La indignación y el temor se disputaban el dominio de su razón. Unas pocas horas antes había observado cómo Dios corría el velo de la noche sobre el firmamento y colocaba diez mil lentejuelas para indicar a sus hijos que los estaba vigilando. Pero ahora aun la brillantez había desaparecido. Un silencio profundo dominaba el desierto solitario. El sentido de pavor ante lo infinito se apoderó del espíritu de Amós. Las raíces mismas de su alma se cimbraron. Parecía como si Dios mismo fuera a hablar.

Repentinamente—sin aviso alguno—el silencio de la noche se rompió con un rugido ensordecedor. Un león merodeaba junto a las ovejas que Amós estaba vigilando. Probablemente estuviera matando a alguna ovejita, paralizada de terror. “¿Bramará el león en el monte sin hacer presa?” (3:4).

Mientras el pastor se apresuraba a reavivar el fuego para ahuyentar al merodeador, tembló a pesar del calor sofocante. El rugido de un león a media noche estremece el corazón más valeroso. Pero no sólo el león buscaba presa en esa noche. El Dios de Israel se acercaba para castigar. Amós escuchó en su corazón el rugido del cielo. El aviso de lo alto había resonado en su alma.

He aquí la probable descripción que el profeta mismo hace de su llamamiento en aquella noche a la vera de la colina, mientras meditaba en los pecados de Israel y en los juicios que inevitablemente seguirían: “Bramando el león, ¿quién no temerá? hablando el Señor Jehová, ¿quién no profetizará?” (3:8). Fue un momento dramático en la historia de Israel.

A la mañana siguiente, cuando el sol se asomó por sobre las colinas de Moab, Amós encargó a otros la vigilancia de las ovejas y se dedicó a seguir las huellas del león, hasta encontrar su guarida. Pero todo lo que encontró de la ovejita desafortunada fueron los huesos y unos pedazos de piel. Y de nuevo escuchó la voz divina entregándole un mensaje de Dios para su pueblo: “Así ha dicho Jehová: De la manera que el pastor libra de la boca del león dos piernas, o la punta de una oreja, así escaparán los hijos de Israel que moran en Samaria en el rincón de la cama, y al canto del lecho” (3:12).

2. LA PREDICACION DEL PROFETA

Los días y las semanas continuaron pasando—días y semanas de oír y de aprender—en la vida del nuevo profeta. Una tarde lo encontramos de nuevo en Beth-el. Muy pocos reconocieron al mercader que había estado allí unos cuantos días antes. Esta vez no había venido a vender lana, sino a pregonar un aviso.

Amós buscó alguna prominencia segura desde donde fuera fácil verle y escucharle; observó a la gente por unos momentos, viendo cómo llegaba con sus ofrendas y sacrificios para el becerro de oro erigido en los santuarios del rey. Súbitamente gritó con todas sus fuerzas: “Jehová bramará desde Sión y dará su voz desde Jerusalén” (1:2).

Un ciento de ojos asombrados se volvieron para verlo, y un ciento de oídos atónitos le pusieron atención. El Vocerío se apagó por completo. ¿Quién era este fanático imbécil, este extraño rústico del desierto salvaje, este demagogo con su grito de guerra?

a. Ayes Para los Vecinos de Israel. Habiendo captado la atención del auditorio, Amós procedió con astucia y rapidez, aprovechando su ventaja. Con mucho tacto—con esa sabiduría divina que acompaña a la revelación de Dios—el profeta llevó a sus oyentes en un rápido viaje circular por las naciones vecinas antes de llegar a casa. “Así ha dicho Jehová: por tres pecados de Damasco y por el cuarto, no desviaré su castigo… (1:3-5). Ya nos parece escuchar a alguien exclamando: “iMuy bien dicho! Eso es lo que se merecen.”

El profeta continúa: “Por tres pecados de Gaza, y por el cuarto, no desviaré su castigo…” (1:6-8). La multitud aplaude con mucho entusiasmo este ataque contra sus enemigos jurados—los filisteos.

De la costa suroeste, el profeta se mueve hacia el norte, hacia Tiro, la antiquísima fortaleza fenicia (1:9-10). Y de nuevo oímos a alguien decir “iAmén! Dáles duro.”

Habiendo divisado hacia el noreste, suroeste y noroeste, el profeta vuelve sus miradas hacia el sureste y declara juicio contra Edom (1: 11-12). Todavía del lado oriental del Jordán, toca a Amón (1 : 13-15) y a Moab (2:1-3). La multitud se enardece de entusiasmo con la predicación de este desconocido.

Pero luego el profeta se acerca. “Por tres pecados de Judá…” (2:4-5). Algunos vuelven a aplaudir, pero otros guardan silencio sintiéndose un poco incómodos. ¿En qué dirección seguirá el profeta?

b. Ayes Sobre los Pecados de Israel. Amós responde luego a su pregunta mental. “Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no desviaré su castigo…” (2:6-8). La muchedumbre oye con un silencio hosco, mientras Amós traza el negro cuadro de las transgresiones de Israel. El profeta es el abogado acusador en nombre de Dios. Las acusaciones: opresión del pobre, esclavitud, injusticia, inmoralidad, idolatría y embriaguez.

Implacablemente, el predicador continúa. Dios destruyó a los amorreos y os dio sus tierras, mas vosotros habéis seguido sus pisadas de perdición. “Pues he aquí, yo os apretaré en vuestro lugar, como se aprieta el carro lleno de haces” (2:13). La sentencia de Dios estaba para caer sobre su pueblo desobediente, y no habría escape alguno (2:14-15).

3. EL PROFETA DE JUSTICIA

  1. La Fealdad de la Injusticia. Amós es el gran profeta de la justicia. Su alma se rebela contra la codicia y la avaricia de los ricos. Mientras viven en sus lujosas mansiones de invierno, de verano y de marfil (3 : 15), oprimen a los pobres y quebrantan a los menesterosos (4:1). Amós describe con términos altamente figurativos la avaricia extremada de ellos. En una de las hipérboles más expresivas de toda la literatura, indica que “codician hasta el polvo de la tierra que está sobre la cabeza de los desvalidos” (2:7, V.M.).

Cuando la ira se apoderó del alma del vidente, su mensaje tomó giros de ironía: “Id a Beth-el, y prevaricad; en Gilgal aumentad la rebelión, y traed de mañana vuestros sacrificios, y vuestros diezmos cada tres años;. pues que así lo queréis, hijos de Israel, dice el Señor Jehová” (4:4-5). Como muchos otros individuos de todas las edades, creían que las observancias religiosas podrían tomar el lugar de una vida pura.

El triste lamento de que “no os tornasteis a mí” ocurre nada menos que cinco veces en el capítulo cuatro (vrs. 6, 8, 9, 10, 11). En cada caso está precedido de un recordatorio de los castigos del Altísimo. El hambre, la sed, la destrucción de las cosechas, la peste y la guerra—todos estos fueron avisos del cielo. Pero la gente había tomado una actitud de insensatez y desprecio. Por tanto, Dios envía una última palabra de solemne advertencia: “Aparéjate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel” (4:12).

  • La Misericordia de Dios es Menospreciada. Pero la misericordia da sazón a la justicia, y una vez más la voz de Dios se vuelve súplica angustiosa. “Buscadme, y viviréis” (5:4). No es demasiado tarde para el arrepentimiento.

Sin embargo, el pueblo se resintió del aviso. “Aborrecieron en la puerta al reprensor” (5: 10). Dios torna a enviar otro recordatorio: “Porque sabido he vuestras muchas rebeliones, y vuestros grandes pecados” (5:12).

Entonces la gente—mal encaminada por conceptos halagadores de victorias nacionales comenzó a inquirir sobre el día del Señor. “iAy de los que desean al día de Jehová! ¿Para qué queréis este día de Jehová? Será de tinieblas, y no luz: como el que huye de delante del león, y se topa con el oso; o si entrare en casa y arrimare su mano a la pared y le muerde la culebra. ¿No será el día de Jehová tinieblas, y no luz; oscuridad, que no tiene resplandor?” (5: 18-20). Las expresiones usadas en este trozo traen a la memoria el refrán moderno sobre el que brinca de la sartén para caer en el fuego. Aquel pueblo no sabía lo que estaba pidiendo.

El cuadro trazado por Amós sobre el día de Jehová, concuerda con el que se encuentra en otros profetas menores. Es un día de oscuridad y destrucción. Es el día de castigo.

4. JUSTICIA ANTES QUE RITUAL.

El corazón del mensaje de Amós se encuentra en 5:21-24: “Aborrecí, abominé vuestras solemnidades, y no me darán buen olor vuestras asambleas. Y si me ofreciereis holocaustos y vuestros presentes, no los recibiré; no miraré a los pacíficos de vuestros engordados. Quita de mí la multitud de tus cantares, que no escucharé las salmodias de tus instrumentos. Antes corra el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo.” Lo que Dios quiere no es tanto religiosidad como rectitud. Ninguna cantidad de la primera puede tomar el lugar de la segunda. Amós comprendió con absoluta certeza que la religión consiste en una vida pura y no en ceremonias.

CL Predicción de la Cautividad. El profeta termina esta parte de su mensaje con un aviso claro de cautividad: “Haréos pues transportar más allá de Damasco, ha dicho Jehová, cuyo nombre es Dios de los ejércitos” (5:27). Era dificil que sus oyentes no comprendieran que se refería a Asiria, la nación que ya había debilitado a Siria, y que constituía una amenaza a la seguridad de Israel.

Pero la gente perdía el tiempo en una languidez indiferente y descuidada. Por eso el profeta concentró su atención en la capital: “Ay de los reposados en Sión, y de los confiados en el monte de Samaria” (6:1). Omri, el padre de Acab, edificó Samaria en la cumbre de una colina, escogiendo un lugar muy propio para proteger y fortificar la ciudad. El y sus descendientes levantaron fuertes defensas, tanto así que más tarde los asirios tardaron tres años en tomar la ciudad. Pero la gente se arrullaba a sí misma con un falso sentido de seguridad. Sus pecados causarían la destrucción de la capital israelita.

5. EL PECADO DE SAMARIA

Amós visitó a Samaria en uno de sus viajes anuales al norte para vender lana. Allí fue testigo del lujo y la comodidad que caracterizaban a los círculos elevados de la sociedad. El Reino del Norte, o de Israel, había alcanzado su gran período de poder, prosperidad y paz bajo Jeroboam II (787—747 A.C.). Esta “era de bienestar” nos ayuda a situar el libro de Amós alrededor de los años 760 ó 750, a mediados del siglo octavo A.C.

El espectáculo de Samaria provocó al profeta a denunciar severamente la situación: “Vosotros que dilatáis el día malo, y acercáis la silla de iniquidad; duermen en camas de marfil, y se extienden sobre sus lechos; y comen los corderos del rebaño y los becerros de en medio del engordadero; gorjean al son de la flauta… Beben vino en tazones, y se ungen con los ungüentos más preciosos; y no se afligen por el quebrantamiento de José” (6:3-6). Reclinados en mullidos y suaves cojines, sobre costosos divanes, los israelitas comían y bebían al sonido de la música. Es una descripción típica de una sociedad amante del placer que cuadra a cualquier siglo.

6. CINCO VISIONES

  1. Una Plaga de Langostas. Amós vio en su primera visión una plaga de langostas que devoraba todo lo verde (7: 1-3). Esto significaba hambre—una de las desgracias más temidas en un país donde casi toda la gente vivía al día. El profeta imploró misericordia y Dios retiró su amenaza de castigo.
  2. Un Fuego Devorador. En la segunda visión, Amós vio un fuego destructor que amenazaba la tierra (7:4-6). De nuevo Dios escuchó el ruego del profeta y retiró su mano.
  3. Una Plomada de Albañil. La tercera visión reveló a Dios con una plomada de albañil en su mano (7:7-9). En esta ocasión ninguna rogativa le hizo cambiar su propósito. Cuando Dios colocó su plomada de justicia junto a la vida económica, religiosa, moral y social de Israel, el profeta reconoció con gran aflicción el resultado. La nación se encontraba fuera de nivel, tan inclinada, que su pronta caída y ruina eran evidentes.

Interludio: Amós y Amasías.

En este punto se interrumpió súbitamente la predicación del profeta. Amasías, el sacerdote de Beth-el, había estado escuchando con enojo creciente al predicador rústico, pero implacable, del desierto de Judá. Las últimas palabras que escuchó demandaban que hiciera algo. El profeta estaba clamando: “Levantaréme con espada sobre la casa de Jeroboam” (7:9).

Como representante del rey, Amasías no podía permitir que estas amenazas quedaran sin protesta. Después de enviar un mensajero a toda prisa para que llevara las nuevas a Jeroboam, el sacerdote enfrentóse al profeta. “Vidente, vete, y huye a tierra de Judá, y come allá tu pan, y profetiza allí: y no profetices más en Beth-el, porque es santuario del rey, y cabecera del reino” (7: 12-13).

Inmediatamente Amós negó la acusación de que fuera un profeta asalariado, que predicara para ganarse el pan. “Entonces respondió Amós y dijo a Amasias: No soy profeta, ni soy hijo de profeta, sino que soy boyero, y cogedor de cabrahigos: Y Jehová me tomó de tras el ganado, y dijome Jehová: Ve, y profetiza a mi pueblo Israel” (7: 1415). Era un hombre llamado y comisionado divinamente. Su ocupación no se debía a un capricho momentáneo. Dios lo había “tomado,” se había apoderado de él y lo había arrojado al trabajo. Bien podía Amós decir, al igual que Pablo: “iAy de mí si no anunciare el evangelio!”

La ocupación normal de este profeta era boyero es decir, uno que conduce los bueyes— y cogedor de cabrahigos, o cosechador. Parte de su tarea era hendir, o pellizcar, los higos para hacer que maduraran más pronto. El menciona una clase inferior de higos que sólo los pobres comían.

  • Un Canastillo de Fruta de Verano. Después vino una cuarta visió1Y—un cesvo fruta de verano (8: 1-3). En este pasaje encontramos un juego de palabras hebreas que no es posible traducir. En hebreo, el vocablo para verano es muv  término significafin. Y Dios está declarando: “Venido ha el fin sobre mi pueblo Israeh’, no he pasaré más.” Así como la fruta de verano pronto se pudrirá en el cesto por causa del calor,

De nuevo el profeta denuncia vigorosamente las injusticias de los ricos. “Oíd esto, los que tragáis a los menesterosos, y arruináis los pobres de la tierra, diciendo: ¿Cuándo pasará el mes y venderemos el trigo; y la semana, y abriremos los alfolíes del pan, y achicaremos la medida, y engrandeceremos el precio, y falsearemos el peso engañoso; para comprar los pobres por dinero y los necesitados por un par de zapatos, y venderemos las aechaduras del trigo?” (8:4-6). Estos eran hombres que ya tenían abundancia, pero que codiciosamente buscaban más. Aun profanaban los días santos, separados para la adoración; tan ansiosos así estaban de ganar un céntimo más si les era posible.

Dios anuncia que ellos perderán el derecho a la herencia espiritual debido a su pasión consumidora por las ganancias materiales. “He aquí vienen días, dice el Señor Jehová, en los cuales enviaré a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír palabra de Jehová” (8:11).

  • El Señor Sobre el Altar. La última visión del profeta revela al Señor de pie sobre el altar o junto a él (9:1). Aquel lugar, desecrado por la idolatría, se vuelve un lugar de castigo. Dios advierte que ni un solo pecador escapará de su ira. No importa a dónde huya uno, el Señor lo encontrará.

En seguida tenemos una figura gráfica del juicio de Dios. No es sólo para la destrucción de los malignos, sino también para la salvación de los justos. “Porque he aquí yo mandaré, y haré que la casa de Israel sea zarandeada entre todas las gentes, como se zaranuea grano en fialTiel”O, y no cae granito en ia tien-a’ (v:v). proceso ue cernir es un proceso de separar. Pero solamente la paja se arrojará lejos. Todo el buen

El libro de Amós se cierra con una nota de esperanza y promesa. Los últimos versículos trazan un incomparable cuadro de paz y prosperidad. Dios restaurará a su pueblo de la cautividad y lo bendecirá en su tierra. La última promesa—que serán plantados ahí, y jamás desarraigados de nuevo—está cumpliéndose en nuestros días. En medio del caos y la confusión actuales, podemos refugiarnos en la seguridad de que los propósitos de Dios jamás son derrocados. Por muy negra que sea la noche del pecado, nos espera un glorioso amanecer mañana.

Profetas del siglo VIII Amos, Oseas y Miqueas

AMOS: Profetizó en el reino del Norte, Israel, bajo el rey Jeroboam ll, los escritos suponen un período de prosperidad y riqueza, la cual se encuentra en manos de unos pocos. Amos nos da un cuadro detallado de la sociedad de su tiempo y de sus problemas, la fuerte desigualdad entre ricos y pobres crea abusos e injusticias sociales, contra las que se lanza el profeta, levantando poderosa la voz y la voluntad de Dios. Por eso Amós es considerado el profeta de la justicia social.

El libro de Amós es pequeño, de apenas 9 capítulos.

Mensaje de Amós:

Invita a su pueblo a profundizar y cumplir la ALIANZA hecha con Yahvé.

El profeta amenaza con la llegada del DIA DE YAHVE, día terrible en que Dios pondrá las cosas en su lugar, día de castigo y día de la justicia de Yahvé.

Denuncia la corrupción, las divisiones, la explotación, el culto exterior el fariseismo y el orgullo.

Páginas escogidas:

Am. 4,1-13 Fidelidad de Dios y la infidelidad del hombre

Am 5, 10-13 8,1-14 Denuncia de la injusticia y explotación

Am 5,14-24 El día de Yahvé

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