El Desanimo, puede robar la paz, la alegría y el contentamiento.
Pero le tengo una gran noticia, si se siente desanimado: usted no tiene que seguir así!
Nehemias es un buen ejemplo, tenia todas la razones para sentirse derrotado, pues su gente
Estaba en aprietos. Después de recibir la noticia de que el muro de la ciudad estaba
Destruido este varón De Dios se sintió profundamente triste y desanimado. Y aunque el dolor inundaba su alma, Clamo a Dios buscando su dirección.
La tristeza en la presencia del rey se castigaba con ta muerte.
Pero el Senor contesto la oración de nehemias con un poder grandioso, lo que \levo a; rey a notar
Ei sembtante triste de su siervo, y a preguntarle después que podía
El hacer para ayudarlo. Este milagro dio lugar a la reconstrucción del muro y a la liberación de! pueblo de
Dios. El Señor puede tomar una situación irremediable, sea cual sea, y cambiarla de maneras mucho
Mas maravillosas de lo que usted pueda imaginar..
Cuando estamos desanimados, hemos perdido la motivación para seguir adelante. La montaña parece demasiado empinada, el valle demasiado oscuro, o la batalla demasiado intensa, y perdemos el coraje para continuar.
En muchos lugares en las escrituras, Dios ordena a su pueblo a esforzarse y cobrar ánimo (Salmo 27:14; 31:24; 2 Crónicas 32:7; Deuteronomio 31:6). Cuando Dios escogió a Josué para sustituir a Moisés como líder de los israelitas, algunas de Sus primeras palabras a Josué fueron Il tvfira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas!! (Josué 1:9), El Señor fundamentó este mandato en su anterior promesa a Josué en el versículo 5: ti Como estuve con Moisés, estaré cont}go; no te dejaré, ni te desampararé”. El Señor sabía que Josué iba a afrontar a\gunas batallas grandes y no quería que Su siervo se desanimara.
La clave ruara vencer ei desánimo es recordar tas promesas de Dios y aplicarlas. Cuando conocemos al Señor, podemos pararnos en las promesas que El le ha dado a Su puebio en Su Palabra. Si podemos o nc ver el cumplimiento de esas oromesas en esta vida; Sus promesas siguen vigentes (Hebreos 11:13-16). Este conocimiento hizo que el apóstol Pablo prosiguiera, predicando el evangelio y eventualmente terminando en una cárcel romana donde perdió la vida. Desde la cárcel, escribió, “prosigo a la meta, al premio de! supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:14). Él pudo continuar en medio de la persecuciónj rechazo, golpes y desánimo; porque sus ojos estaban en el premio definitivo: escuchando de su Señor y Salvador las palabras l ‘ibien hecho! il (ver Mateo 25:23; Apoca\ipsis 22:12).
Es fácil que nos desanimemos cuando buscamos recompensa o afirmación de aquellos que nos rodean. Si nuestro servicio u obediencia se basa en la gratificación inmediata, quizás nos estemos preparando para desánimo, Jesús no siempre toma e! camino fácil! y además advirtió a Sus seguidores que considerarán eso antes de que iniciaran (Lucas 14:25-33). Cuando ya hemos contaco ei costo del discipulado, tenemos más forta\eza para afrontar las batallas por venir. No somos tan fácilmente desanimados cuando las cosas no salen como queremos, porque sabemos que la batalla es del Señor (1 Samuel 17:47).
Ei desánirno puede ser una luz de advertencia pare nosotros que hemos perdido nuestro principal objetivo. Cuando nos sentimos desanimados; es de gran ayuda estar e soias con el Señor y permitirle que examine nuestros corazones y nuestras motivaciones (Salmo 139:23). A menud0f es e} orgullo, ia codicia o la avariciaí lo que alimenta nuestro desánimo. A veces ei desánimo proviene de una sensación de que se tiene derecho a algo, que resalta la diferencia entre lo que tenemos y lo que creemos que nos deben. Cuando reconocemos esa actitud como pecado, podamos arrepentirnos humillarnos, y dejar que el Espíritu Santo reajuste nuestras expectativas. Cuando usamos el desánimo como un recordatorio de que nuestras prioridades se han distorsionado, el sentimiento de desánimo puede convertirse en una herramienta de refinación para hacernos más como Jesús (ver Romanos 8:29).
salmista no era ajeno al desánimo, y su respuesta fue recordar a Dios y confier en prornesas de la palabra:
¿Por qué te abates; oh alma mía;
Y te turbas dentro de mí?
Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío.
Dios mío: mi aft-na está abatida en mí;
Me acordaré: por tanto, de ti…
