La confesión «Jesús es el Señor» fue probablemente el primer credo recitado por la iglesia primitiva. Esta frase puede haber sido parte del bautismo cristiano en los tiempos del Nuevo Testamento (Hechos 8.16; 19.5). Como un título mesiánico para el Jesús ascendido, «Señor» fue la palabra clave en el sermón de Pedro durante el Pentecostés (Hechos 2.36), la celebración de la humillación de Cristo en Filipenses 2.6-11 (posiblemente un himno de la iglesia primitiva citado por Pablo), y la pública confesión de
fe de los nuevos conversos (Romanos 10.9,10). Nada demuestra mejor la importancia de llamar «Señor» a Jesús como el uso de esta fórmula en la prueba para expulsar los espíritus malignos (1 Corintios 12.3).
Como una de las palabras usadas más frecuentemente en el Nuevo Testamento, «señor» recoge una amplia gama de significados en las 717 veces que aparece. En el mundo romano antiguo «señor» era un expresión de respeto y saludo ante un maestro, un reconocimiento de sumisión por pañe de un esclavo ante su amo, un título de honor para un rey y un título de adoración para Dios. Todos estos significados se aplican a Jesús, pero los últimos cuatro se refieren explícitamente al crecimiento espiritual dentro de la familia de Dios. Para hacerte cristiano debes confesar «con tu boca que Jesús es el Señor» y creer «en tu corazón que Dios le levantó de los muertos» (Romanos 10.9). Teniendo en cuenta que Pablo enseña claramente que la salvación es sólo por la fe (Efesios 2.8,9), reconocer a Jesús como el Señor no es un requisito adicional. Todo lo contrario, es una parte de la fe salvadora. Confiar en Jesús es confiar en Él como Señor. La confianza en Jesús como el Señor comporta varias actitudes que conducen hacia el crecimiento espiritual.
Confiar en Jesús como el Señor incluye aceptarlo como un maestro con autoridad. La ecuanimidad espiritual es algo que reciben aquellos que fundan sus vidas en sus enseñanzas. Los que las ignoran, lo hacen a su propia cuenta y riesgo (Mateo 7.21-28). Después de alimentar a cinco mil personas, muchos de los discípulos de Jesús se desilusionaron con sus enseñanzas sobre el «pan de vida» y dejaron de seguirle. Cuando Él le preguntó a los apóstoles si querían irse también, Pedro le respondió: «Señor, ¿a dónde iremos?, tú tienes las palabras de vida eterna» (Juan 6.68). Reconocer a Jesús como Señor es aceptar la verdad y la absoluta necesidad de su mensaje de salvación.
Tal confianza en que sus enseñanzas son verdaderas conduce naturalmente a la obediencia. La inconsecuencia mayor es llamar a Jesús «Señor» y al mismo tiempo descuidar sus instrucciones. Con convicción penetrante Jesús preguntó: «¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?» (Lucas 6.46). Reconocer a Jesús como el Señor implica ser un discípulo que acepta vivir según sus enseñanzas, no sólo un alumno interesado en sus ideas. Sólo aquellos que aceptan a Jesús el maestro como el Señor, viviendo de acuerdo a sus enseñanzas, reciben la experiencia liberadora que una vida basada en la verdad trae consigo (Juan 8.31 ,32).
El más común uso de «señor» en el antiguo mundo biblico era para designar a un dueño de esclavos. La ley romana le daba al dueño autoridad absol uta sobre sus esclavos. Eran su propiedad y podía hacer con ellos lo que quisiese. Aunque muchos de ellos eran relativamente bondadosos con sus esclavos, la condición de éstos como cosas poseídas no les reconocía ningún derecho. De acuerdo con eso, cuando los creyentes se llamaban a sí mismos «siervos de Jesucristo», estaban indicando su absoluta sumisión a quien era su dueño (Romanos 1.1; Filipenses 1.1; 2 Timoteo 2.24). Cristo, su dueño, tenía el derecho de gobernar por completo cada aspecto de sus vidas. Pablo le recordaba a los creyentes que debían absoluta obediencia a Cristo porque ya no se pertenecían a sí mismos. Habían sido «comprados por un precio» (l Corintios 6.20; 7.23). «Señor» no es meramente una frase piadosa uti lizada en los servicios de adoración, sino una actitud de consagración para la vida diaria. Por ello los creyentes deben servir al Señor como esclavos.
