La Palabra de Dios es su Garantia

Cuando Dios hizo una promesa a Abraham, como El no podía jurar por nada más grande, juró por sí mismo (lea Hebreos 6:13). En el nuevo pacto establecido mucho tiempo después de Abraham —en el cual Cristo es el mediador— Jesucristo mismo es la palabra que confirma la promesa de salvación. La Palabra de Dios es la expresión de su naturaleza Jesús vino a la tierra como la «imagen misma» de la persona de Dios (lea Hebreos 1:3). Dijo a Felipe: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Juan 14:9). Juan 1:1 afirma: «En el principio era el Verbo [o la Palabra], y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.» Como el resto de Juan 1 nos aclara, Jesús es esa Palabra viva de Dios. Porque la Palabra de Dios es la expresión de su naturaleza, cuando Cristo vino fue necesario que la Palabra fuera hecha carne (lea Juan 1:14 La misma naturaleza de Dios se revela en El. Asimismo, Jesús se revela en la palabra escrita. Como Jesús es la Palabra de Dios revelada, así la Biblia es la Palabra de Dios revelada a nosotros. Y la Palabra es hecha viva en nuestros corazones por el Espíritu Santo. La Palabra de Dios es la medida de su carácter Cuando Jesús se refirió a sí mismo como el Alfa y la Omega, estaba usando la primera y última letra del alfabeto griego (lea Apocalipsis 1:8). En otras palabras, El es el principio y el fin. Si estuviéramos usando el alfabeto castellano, El diría: «Yo soy la A y la Z». Piense cuántas veces han sido usadas las veintisiete letras del alfabeto castellano en palabras habladas y escritas desde su principio. Sin embargo, es todavía tan nuevo como el día que fue inventado. Las palabras pueden haber cambiado en su significado, y en la manera de deletrearse o de escribirse, pero el alfabeto en si

su capacidad para formar palabras nuevas y expresar nuevos si icados— no ha disminuido, es interminable e inmerso. Así también es Jesús.

Piense en todos los sermones de la Palabra de Dios que han sido predicados; en toda la revelación de la Palabra que es conocida, y en los libros escritos respecto a ella. Sin embargo, es todavía tan nueva como el día en que fue dada. No hay fin para el carácter de Dios, e igualmente, no hay fin para su Palabra. No importa cuánto El revele de sí mismo, aun en la eternidad, no habrá fin para la revelación de su carácter. La medida del carácter de Dios está en su Palabra.

4. La Palabra de Dios es magnificada sobre su nombre

El nombre de Dios es tan bueno como su Palabra. Si su Palabra no fuera buena, su nombre no sería bueno.


La fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios, dice la Biblia (lea Romanos 10:17). La oración de fe es hecha siempre en base a su Palabra. El uso de su nombre es predicado en su Palabra. Cuando Jesús dijo que se usara su nombre (lea Marcos 16:17), estaba diciéndonos literalmente que se usara su autoridad.

«No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» —sólo el nombre de Jesucristo (Hechos 4:12). Solamente la Palabra de Dios —Jesús— aceptada por fe, tiene el poder de salvación. Y una vez salvo, «no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4:4). Su Palabra permanece segura.

La importancia de nuestra palabra

La historia tiene una manera de repetirse, y aunque la cultura puede cambiar, la naturaleza del hombre permanece igual. Vivimos en un día como el del profeta Isaías. En un tiempo, él dijo a su generación y a su nación que sus trasgresiones no serían desconocidas para ellos (lea Isaías 59:12). Los pecados que testificaban contra ellos estaban en «prevaricar y mentir contra Jehová, y el apartarse de en pos de nuestro Dios; el hablar calumnia y rebelión, concebir y proferir de corazón palabras de mentira»(lsaías 59:13). Isaías dijo que «el derecho se retiró, y la justicia se puso lejos» (Isaías 59:14).

Los hombres familiarizados con las normas de la Palabra de Dios conocen los pecados de sus naciones, saben cómo la gente se trata mal Siete promesas de un cumplidor de su palabra

entre sí y se ha rebelado contra la autoridad constituida en ciudades y hogares. Para mí, en los Estados Unidos parece a veces que el juicio está tornándose al revés y que nuestro sistema de jurisprudencia está más preocupado acerca de los derechos de los criminales que sobre los de las víctimas. La justicia parece estar «retrocediendo» y es difícil encontrarla para el hombre común; sin embargo, parece que ciertas personas pueden comprarla.

Isaías, hablando por el Espíritu de Dios, dijo que la razón de nuestros males es que «la verdad tropezó en la plaza …. y la verdad fue detenida» (Isaías 59:14—15).

Recientemente, mientras me preparaba para mi primer viaje ministerial a una parte del mundo liberada últimamente del comunismo, hablaba con un hombre de esa nación. «Me siento impresionado— le dije, —que deba hablar sobre la Palabra de Dios y la palabra del hombre, y acerca de cuán importante es encontrar hombres de palabra y amantes de la verdad».

«En mi país— dijo él lentamente, con una amable pero triste expresión, —usted tendrá primero qué enseñarnos cuál es la verdad. Mi pueblo ya nola conoce.

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