Y vi otra señal en el cielo, grande y admirable: siete ángeles que tenían las siete plagas postreras; porque en ellas se consumaba la ira de Dios.” – Apocalipsis 15:1
Apocalipsis 15 marca una transición crucial en la revelación del juicio divino. Es un capítulo breve, pero profundamente teológico. Antes de que los ángeles derramen las copas de la ira de Dios, el apóstol Juan contempla una escena celestial de adoración perfecta. Esto nos enseña que toda acción divina —ya sea de misericordia o de juicio— fluye desde Su santidad.
El pasaje comienza destacando la “señal grande y admirable”, no solo por el poder de las plagas, sino por lo que ellas representan: la consumación de la justicia de Dios. La ira divina no es una reacción emocional, sino una manifestación necesaria de Su carácter santo frente al pecado. En el contexto bíblico, la ira de Dios siempre tiene un propósito redentor: purificar la creación y vindicar a los santos.
Juan ve a los vencedores del sistema de la bestia junto al mar de vidrio mezclado con fuego. El fuego simboliza la pureza y el juicio, y el mar de vidrio representa la serenidad del dominio divino. Los redimidos no están agitados por el caos del mundo, sino firmes ante el trono, participando de la victoria del Cordero.
Ellos entonan el cántico de Moisés y del Cordero (v.3), uniendo el antiguo y el nuevo pacto. En Moisés recordamos la liberación de Egipto; en el Cordero, la redención del pecado. Teológicamente, este canto expresa la unidad del plan de salvación a lo largo de la historia: un solo Dios, un solo propósito, un solo pueblo redimido por la gracia.
La proclamación “Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos” nos recuerda que la soberanía de Dios no puede separarse de Su justicia. En medio de los juicios, el cielo no duda de Su bondad. Y esa es la enseñanza esencial para la Iglesia hoy: la santidad de Dios no se opone a Su amor, sino que lo define.
En la visión final del capítulo, el templo celestial se llena del humo de la gloria de Dios, y nadie puede entrar hasta que se cumplan los juicios. Es una imagen de la trascendencia divina: hay momentos donde la gloria de Dios es tan plena que el acceso humano queda suspendido. Es una advertencia y una promesa: cuando Su gloria se manifieste plenamente, toda iniquidad será removida y Su Reino se establecerá con poder.
🔥 Reflexión final:
Apocalipsis 15 nos llama a contemplar el carácter integral de Dios: amoroso, pero justo; misericordioso, pero santo. Como pueblo pentecostal, somos llamados a vivir en esa tensión santa: predicando la gracia del Evangelio, pero recordando que el mismo Dios que salva también juzga.
Que la revelación de Su gloria nos impulse a una vida de adoración, santidad y esperanza, porque muy pronto, “toda rodilla se doblará, y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor”.
