La Profecia

El enfoque profético de la misión de Jesucristo es el Reino de Dios. Durante su ministerio “Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios” (Lucas 8:1). Después de su resurrección volvió a sus apóstoles y “se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios” (Hechos I

El Reino de Dios es el tema central del mensaje de Cristo. Es más, casi toda la profecía está relacionada- de alguna manera, con la instauración del gobierno y la autoridad de Jesucristo sobre todas las naciones en el reino literal que él establecerá en la tierra. El profeta Daniel explicó que “el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido . . . desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (Daniel 2:44). En una de sus parábolas, Jesús se comparó a sí mismo con un “hombre noble (que) se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver” (Lucas 19: 12 j.

En una visión, Daniel vio cómo recibirá Jesús ese reino: “Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nu±s del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos. naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno. gue nunca pasará, y su reino uno que no será destruido” (Daniel 7:13-14

El apóstol Juan nos dice que cuando suene la última de las siete trompetas proféticas, se proclamará un anuncio de victoria: “Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis l l : 15). Jesús nos enseñó a orar así: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Lucas l l :2).

El regreso de Jesucristo para establecer el Reino de Dios marcará el principio del fin de los muchos males que amenazan la existencia misma de la humanidad. Este vibrante mensaje de esperanza es un tema esencial en los escritos de los profetas de Dios.

Por medio del profeta Isaías, Dios revela el problema fundamental que necesita resolverse: “Este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí” (Isaías 29:13). Dios dice que, por naturaleza, tenemos un “corazón de piedra”; es decir, una actitud indoblegable ante Dios y ante sus leyes y enseñanzas. Esta dureza de corazón nos hace llevar una vida de egoísmo, codicia, envidia y odio, lo cual nos acerca cada vez más al borde de la destrucción.

No obstante, la profecía biblica nos revela cómo Dios resolverá finalmente este problema: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra” (Ezequiel 36:26-27).

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