“Fortaleza en medio de la adversidad”

Isaías 40:28-31

“¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová,
el cual creó los confines de la tierra?
No desfallece, ni se fatiga con cansancio,
y su entendimiento no hay quien lo alcance.
Él da esfuerzo al cansado,
y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas.
Los muchachos se fatigan y se cansan,
los jóvenes flaquean y caen;
pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas;
levantarán alas como las águilas;
correrán, y no se cansarán;
caminarán, y no se fatigarán.”

Reflexión:
Cuántas veces en la vida nos sentimos agotados…
Cansados de luchar, de esperar, de intentar una y otra vez.
El camino parece largo y las fuerzas se agotan.
Pero en esos momentos, la Palabra de Dios nos recuerda que no dependemos solo de nuestras fuerzas,
sino de la fortaleza divina que viene del Señor.

Dios no se cansa.
Dios no se rinde.
Y si nos acercamos a Él con un corazón sincero,
Él renueva en nosotros el ánimo que pensábamos perdido.

Salmo 18:1-3

“Te amo, oh Jehová, fortaleza mía.
Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador;
Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré;
mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio.
Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado,
y seré salvo de mis enemigos.”

Reflexión:
El salmista no hablaba desde la comodidad, sino desde la batalla.
Sabía lo que era temer, dudar, caer y levantarse.
Y en medio de todo, reconocía que su fuerza venía de Dios.
Cuando el alma se siente débil, el corazón se llena de miedo,
pero quien levanta su mirada al cielo, encuentra poder para seguir.


Tal vez hoy alguno de tus oyentes esté enfrentando una prueba:
una enfermedad, una pérdida, un fracaso, o una soledad profunda.
A esa persona, este mensaje le dice:
“No estás solo. Dios sigue obrando. Él es tu fortaleza.”

Él te levanta, te renueva, y te enseña que las alas del alma se abren solo cuando confiamos.
Porque la fortaleza no es ausencia de dolor,
sino la capacidad de seguir adelante de la mano de Dios.

2 Corintios 12:9-10

“Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.
Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades,
para que repose sobre mí el poder de Cristo.
Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.”


Hoy, deja que Dios sea tu fortaleza.
Descansa en su presencia, entrega tus cargas,
y confía en que Él te dará nuevas fuerzas,
como el águila que se eleva por encima de la tormenta.

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